Si la necesidad es la madre de la invención, los inventores argentinos que exhiben desde ayer sus creaciones en el Centro Cultural Borges están hipernecesitados. Innovar, el concurso nacional de innovaciones organizado por el Ministerio de Ciencia de la Nación y que ya va por su cuarta edición, les da la oportunidad y ellos –ingenieros, universitarios, científicos– aprovechan para mostrar su idea y reclamar ser vistos. Los 380 mil pesos distribuidos en siete categorías –Producto innovador, Diseño industrial, Investigación aplicada, Agro, Escuelas técnicas, Diseño gráfico y Videojuegos– claro que importan, pero ellos más que nada precisan ser tenidos en cuenta.Lo dice con vehemencia Luis Omar Paskuan, un exportador de fotocopiadoras a quien el granizo del año pasado le dio una idea: un protector inflable antigranizo llamado Coverton: “Lo soñé. Me desperté una mañana y lo escribí. Es un invento afín al cambio climático. Se infla con el caño de escape del auto. Llamé a empresas para solicitar apoyo y nadie me dio pelota. Estos concursos me sirven para encontrar contactos y financiamiento”. La veta inventiva, confiesa Paskuan, surge sola. “Inventé muchas cosas en mi vida pero nunca patenté nada. Hasta esto. Me juré llevarlo hasta las últimas consecuencias. Gasté entre folletos y web cuatro mil pesos.” La misma perseverancia caracteriza a Pablo Di Giulio, estudiante de ingeniería de la UTN San Francisco, Córdoba, quien en la secundaria se le ocurrió la Solar Follower, una parábola parecida a las de televisión satelital pero que funciona como una especie de manguera de luz. “Sirve para obtener máximo rendimiento de la energía solar –detalla–. Concentra energía lumínica y la transmite a través de fibras ópticas al interior de la vivienda. Permitiría ahorrar luz.” Desde que arrancó este concurso (www.innovar.gov.ar) en 2005, se recibieron siete mil propuestas. En 2008 se registraron 1.816, se evaluaron 1.010, se exponen en el catálogo 340 y 200 se exhiben en la muestra hasta el viernes cuando se darán a conocer a los ganadores. “Hay una desproporción entre los que presentan proyectos y los que se meten en la vida de todos. Innovar da la posibilidad a muchos de hacer visible su proyecto”, explica su director, Pablo Sierra. El ministro de Ciencia, Lino Barañao, opina más o menos lo mismo: “Este concurso se convirtió en una marca registrada; vincula la ciencia y la tecnología con la sociedad”. Así, en una atmósfera colmada por un murmullo persistente, se puede curiosear y mezclarse entre maquetas y prototipos que van desde un vehículo eléctrico autopropulsado hasta ladrillos hipercomprimidos pasando por hamburguesas saludables, un escáner láser 3D, madera mineral, arrecifes artificiales, cascos para usar la computadora con los ojos. Y más.Aunque tal vez los más llamativos sean la mesa multitáctil Tocatú (www.tocatu.com.ar), Sumo Robot (UTN Bahía Blanca), RXL (para obtener una radiografía sin químicos ni placas), Luno (una vincha lumínica que funciona con energía generada por el hombre), Sinaptics (un simulador del sistema nervioso), V-dome (una plataforma de realidad virtual para espacios públicos) y una parada inteligente de autobuses que hace prácticamente todo. “Tiene GPS y te dice cuánto falta para que venga el colectivo y hace cuánto se fue el último –apunta su inventor, Daniel Núñez–. Vende boletos, tiene un llamador de emergencia y se autofinancia mediante la publicidad. Le sirve a una persona ciega para detener al colectivo al presionar un botón. Se me ocurrió por una propia necesidad: soy jubilado y tengo una discapacidad visual. Falta que el Gobierno de la Ciudad le preste atención.”
Fuente: Crítica de la Argentina
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