Fabbiani alimenta el mito: en 33' se comió la cancha, sacó a sus rivales y River ganó con un bombazo suyo. El Ogro fue el héroe de un día de película en Rosario. Está tocado. Por alguna varita mágica, por el destino, por la balanza, por la pasión de vestir la camiseta que ama, por todo junto o por quién sabe qué. Pero el tipo, a los 25 años, se plantó y amagó con largar todo si no le cumplían el deseo de jugar con la Banda cruzándole el pecho. Idolo sin siquiera haber pisado el Monumental, un poco más endiosado cada vez que entra a la cancha. Y River, cuyo slogan de "el más grande, lejos" terminó enchastrado después del histórico último puesto en el Apertura, ahora sonríe, y sueña, y se contagia de una catarata de energía positiva que viene en envase extra large.Y para agregarle más color a su biografía, Cristian Fabbiani convierte su primer gol justamente frente a Central. Y en Rosario. En un contexto especial. Con algunos hinchas locales silbándolo y otros, la mayoría, aplaudiéndolo irónicamente. Con todos dedicándole gestos de qué-gordo-que-estás. En definitiva, no hacen más que engordar la actuación del delantero. Porque es Fabbiani el que cambia el partido. Es Fabbiani el que lo gana. Es Fabbiani el que lee ese trapo colgado en la popular de Central que le dice "vos no estás gordo: Newell's es chico". Y es Fabbiani, 102 kilos según la balanza del club, el que festeja su gol "rascándose la lepra" y se lo dedica "a los hinchas de Newell's y de River".Todo ese torbellino que se anunciaba con su contratación se empezó a cristalizar con una rapidez inversamente proporcional al tiempo que demoró su llegada a Núñez, entre charlas, ofertas, contraofertas y plantones a Newell's, a Vélez. Ya había resultado determinante el jueves, en el debut en la Copa Libertadores frente a Nacional de Paraguay, al bajar la pelota (si no fue mano, ¿la habrá dormido con la manota de Shrek?). Y ayer por la tarde se hizo notar de arranque nomás, más allá de la mímica que le devolvía a la platea, como explicando que no llegaba a escuchar el coro de insultos. De hecho, ingresó a los 12 minutos del segundo tiempo y ni siquiera había tocado la pelota cuando empezó a sacar del partido (y de quicio) a sus rivales: se paró frente a Broun y no dejó que iniciara rápido un contraataque, lo que originó un "dale, boludo" del arquero de Central. El Ogro pisó la pelota un par de veces y metió un gol made in esos nueve de potrero, grandotes, que le pegan al arco desde cualquier lado: dos pasos de carrera y bombazo que Broun, mal parado y algo tapado, no llegó a detener sobre su palo derecho. Luego se le plantó a Jesús Méndez cuando el volante de Central le fue a protestar un fallo a Baldassi. Escobar le entró muy fuerte justo enfrente del banco de suplentes de River y se armó un revoltijo que tuvo un claro ganador. Fabbiani, claro...Referente para los hinchas, para sus compañeros que lo elogian a cada rato, para el cuerpo técnico, para los dirigentes, para los rivales. Abelairas se le trepa a caballito tras el pitazo final, el que sentencia el primer triunfo de River en el campeonato. Galmarini abraza a su compañero de habitación en la concentración, Cabral lo busca para festejar y todos lo encuentran sonriente, gordo de felicidad. A esta altura, queda en anécdota que la AFA no le haya permitido utilizar el 99 en su camiseta. Es el 9 de River. Y vale doble.
Fuente: Olé
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