Una diputada oficialista, respaldada por la SADE, presentará un proyecto de ley para repatriar los restos de Jorge Luis Borges, que descansan en Ginebra desde su muerte, en 1986, en línea con lo que ya ocurrió con otros notables argentinos, como San Martín, Sarmiento, Rosas y Alberdi. La intención de los peronistas, de quienes Borges decía que no eran ni buenos ni malos sino “incorregibles”, es concretar el traslado en agosto, cuando se celebren los 110 años de su nacimiento. “Es un ícono de la Argentina”, argumentó uno de sus biógrafos. Pero, podría oponerse la viuda, María Kodama.
Si se enterara, algo ciertamente imposible, Jorge Luis Borges tal vez comentaría: “¿No se los había dicho? Los peronistas no son ni buenos ni malos; son incorregibles”. Es que los viejos adversarios políticos del gran escritor quieren repatriar sus restos, que descansan desde hace casi 23 años en el cementerio del barrio de Plainpalais, en Ginebra, para llevarlos a la bóveda de su familia, en la Recoleta porteña.
De esta manera, Borges seguiría el camino de otros destacados argentinos que murieron en el exterior y cuyos restos ya fueron repatriados, como José de San Martín, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Manuel de Rosas y Juan Bautista Alberdi.
La intención del oficialismo es concretar el traslado en agosto, cuando se cumplan 110 años del nacimiento de Borges.
La iniciativa es de la diputada “kirchnerista” por la Capital Federal María Beatriz Lenz, quien planea presentar un proyecto de ley a fin de este mes o principios de marzo con el respaldo de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), cuyo presidente, Alejandro Vaccaro, es uno de los biógrafos más conocidos del escritor.
“Borges es un ícono de los argentinos. No importa si somos lectores hedónicos tal como quería; él ya ocupa un lugar en nuestro corazón. La repatriación de los restos de Borges es algo que nos debemos y que le debemos”, explica Vaccaro en su departamento en la Recoleta, al que ha convertido en una suerte de museo dedicado al escritor.
Por su parte, la diputada Lenz asegura que su proyecto de ley reclamando la repatriación de los restos de Borges cuenta ya con el respaldo del titular de la Cámara de Diputados, Alberto Balestrini; la vicepresidenta de la Cámara Baja, Patricia Vaca Narvaja, y el jefe del bloque oficialista, Agustín Rossi.
Borges y el peronismo siempre se llevaron mal; el escritor nunca ocultó su antiperonismo furioso y su desconfianza sobre la democracia (no sobre la República) pero, con sabiduría, relegó el tema a las declaraciones periodísticas: “Nunca la política intervino en mi obra literaria”, dijo una vez, y los estudiosos de su obra coinciden en eso, salvo el cuento La fiesta del monstruo, escrito junto a Adolfo Bioy Casares y publicado en 1955 en un semanario uruguayo.
En una Argentina profundamente dividida entre peronistas y antiperonistas, Borges tenía sus razones: a los pocos días del inicio del primer gobierno de Juan Perón, en 1946, fue “ascendido” de su puesto en una biblioteca pública a “Inspector de Aves y Huevos” de los mercados municipales. Dos años después, su mamá y su hermana fueron detenidas por la policía en plena calle Florida porque, junto a otras personas, habían gritado contra Perón y su esposa, Eva. Un juez las condenó, luego, a un mes de prisión.
Ahora, cuando aquella Argentina ya es historia, los peronistas, esos “incorregibles” como él los definía, quieren traerlo de Ginebra, donde murió el 14 de junio de 1986.
Según la voluminosa documentación reunida por Vaccaro, Borges manifestó varias veces su voluntad de que sus restos descansaran en la bóveda de su familia.
Por ejemplo, en su primer libro de poemas, de 1923, Borges “evoca una tarde cuando recorrió ensimismado las ‘veredas que apartan los panteones enfilados’ y observó qué ‘hermosa es la serena decisión de las tumbas, su arquitectura sin rodeos y las plazuelas donde hay frescura de patios’. Luego de esa descripción poética en La Recoleta, se rinde a sus pies: ‘Lo anterior: escuchado, leído, meditado, lo realicé en la Recoleta, junto al propio lugar donde han de enterrarme’”.
“En el mismo sentido, muchos años después, en su Antología Personal, aclara: ‘No paso ante la Recoleta sin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis abuelos y tatarabuelos, como yo lo estaré’”, agregó.
De acuerdo con Vaccaro, Roberto Alifano, amigo y colaborador de Borges durante más de diez años, afirmó que “en reiteradas oportunidades, no una vez ni dos, sino muchas veces, Borges expresó que su voluntad era que sus restos descansaran junto a sus antepasados en la bóveda familiar del Cementerio de la Recoleta”.
Lo mismo había dicho la hermana del escritor, Norah Borges de De Torre, el 18 de junio de 1986. En una carta publicada en La Nación, Norah sostuvo que se había enterado “por los diarios que mi hermano ha muerto en Ginebra, lejos de nosotros y de muchos amigos”, y recordó que él “siempre quiso estar con los antepasados y con su madre en la Recoleta”.
Los partidarios de la repatriación de los restos de Borges han buscado toda esta hilera de argumentos porque prevén la oposición de María Kodama, la segunda esposa del escritor.
“Todos los argentinos están de acuerdo con esto; sólo se podría oponer María Kodama. ¿Por qué? Por un lado, es difícil de entender su mentalidad. Por otro lado, si Borges viene a la Argentina, ella lo pierde ya que va a la bóveda de los sobrinos de Borges”, sostuvo Vaccaro, quien ha mantenido disputas más bien sonoras con Kodama.
En su momento, Kodama, quien no pudo ser ubicada para este artículo, logró bloquear en la Justicia helvética un pedido de traslado de los restos del escritor a la Argentina realizado por su sobrino, Miguel de Torre.
Por ese motivo, tanto la diputada Lenz como el biógrafo Vaccaro sostienen que la única manera de repatriar los restos de Borges es si lo reclama el Estado argentino a través de una ley. Según ellos, “el antecedente histórico que más está emparentado con este caso es el del poeta Ricardo Güiraldes, muerto en París en 1927. Sus restos fueron repatriados por una ley de la Nación”.
“Además, el bisabuelo de Borges, el coronel Manuel Isidoro Suárez fue repatriado desde Uruguay y sus cenizas descansan en una urna de madera en la bóveda de los Borges, que fue construida para esa ocasión e inaugurada en 1879. Borges, presente siempre en los homenajes, avaló esa acción”, completó Vaccaro.
De esta manera, Borges seguiría el camino de otros destacados argentinos que murieron en el exterior y cuyos restos ya fueron repatriados, como José de San Martín, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Manuel de Rosas y Juan Bautista Alberdi.
La intención del oficialismo es concretar el traslado en agosto, cuando se cumplan 110 años del nacimiento de Borges.
La iniciativa es de la diputada “kirchnerista” por la Capital Federal María Beatriz Lenz, quien planea presentar un proyecto de ley a fin de este mes o principios de marzo con el respaldo de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), cuyo presidente, Alejandro Vaccaro, es uno de los biógrafos más conocidos del escritor.
“Borges es un ícono de los argentinos. No importa si somos lectores hedónicos tal como quería; él ya ocupa un lugar en nuestro corazón. La repatriación de los restos de Borges es algo que nos debemos y que le debemos”, explica Vaccaro en su departamento en la Recoleta, al que ha convertido en una suerte de museo dedicado al escritor.
Por su parte, la diputada Lenz asegura que su proyecto de ley reclamando la repatriación de los restos de Borges cuenta ya con el respaldo del titular de la Cámara de Diputados, Alberto Balestrini; la vicepresidenta de la Cámara Baja, Patricia Vaca Narvaja, y el jefe del bloque oficialista, Agustín Rossi.
Borges y el peronismo siempre se llevaron mal; el escritor nunca ocultó su antiperonismo furioso y su desconfianza sobre la democracia (no sobre la República) pero, con sabiduría, relegó el tema a las declaraciones periodísticas: “Nunca la política intervino en mi obra literaria”, dijo una vez, y los estudiosos de su obra coinciden en eso, salvo el cuento La fiesta del monstruo, escrito junto a Adolfo Bioy Casares y publicado en 1955 en un semanario uruguayo.
En una Argentina profundamente dividida entre peronistas y antiperonistas, Borges tenía sus razones: a los pocos días del inicio del primer gobierno de Juan Perón, en 1946, fue “ascendido” de su puesto en una biblioteca pública a “Inspector de Aves y Huevos” de los mercados municipales. Dos años después, su mamá y su hermana fueron detenidas por la policía en plena calle Florida porque, junto a otras personas, habían gritado contra Perón y su esposa, Eva. Un juez las condenó, luego, a un mes de prisión.
Ahora, cuando aquella Argentina ya es historia, los peronistas, esos “incorregibles” como él los definía, quieren traerlo de Ginebra, donde murió el 14 de junio de 1986.
Según la voluminosa documentación reunida por Vaccaro, Borges manifestó varias veces su voluntad de que sus restos descansaran en la bóveda de su familia.
Por ejemplo, en su primer libro de poemas, de 1923, Borges “evoca una tarde cuando recorrió ensimismado las ‘veredas que apartan los panteones enfilados’ y observó qué ‘hermosa es la serena decisión de las tumbas, su arquitectura sin rodeos y las plazuelas donde hay frescura de patios’. Luego de esa descripción poética en La Recoleta, se rinde a sus pies: ‘Lo anterior: escuchado, leído, meditado, lo realicé en la Recoleta, junto al propio lugar donde han de enterrarme’”.
“En el mismo sentido, muchos años después, en su Antología Personal, aclara: ‘No paso ante la Recoleta sin recordar que están sepultados ahí mi padre, mis abuelos y tatarabuelos, como yo lo estaré’”, agregó.
De acuerdo con Vaccaro, Roberto Alifano, amigo y colaborador de Borges durante más de diez años, afirmó que “en reiteradas oportunidades, no una vez ni dos, sino muchas veces, Borges expresó que su voluntad era que sus restos descansaran junto a sus antepasados en la bóveda familiar del Cementerio de la Recoleta”.
Lo mismo había dicho la hermana del escritor, Norah Borges de De Torre, el 18 de junio de 1986. En una carta publicada en La Nación, Norah sostuvo que se había enterado “por los diarios que mi hermano ha muerto en Ginebra, lejos de nosotros y de muchos amigos”, y recordó que él “siempre quiso estar con los antepasados y con su madre en la Recoleta”.
Los partidarios de la repatriación de los restos de Borges han buscado toda esta hilera de argumentos porque prevén la oposición de María Kodama, la segunda esposa del escritor.
“Todos los argentinos están de acuerdo con esto; sólo se podría oponer María Kodama. ¿Por qué? Por un lado, es difícil de entender su mentalidad. Por otro lado, si Borges viene a la Argentina, ella lo pierde ya que va a la bóveda de los sobrinos de Borges”, sostuvo Vaccaro, quien ha mantenido disputas más bien sonoras con Kodama.
En su momento, Kodama, quien no pudo ser ubicada para este artículo, logró bloquear en la Justicia helvética un pedido de traslado de los restos del escritor a la Argentina realizado por su sobrino, Miguel de Torre.
Por ese motivo, tanto la diputada Lenz como el biógrafo Vaccaro sostienen que la única manera de repatriar los restos de Borges es si lo reclama el Estado argentino a través de una ley. Según ellos, “el antecedente histórico que más está emparentado con este caso es el del poeta Ricardo Güiraldes, muerto en París en 1927. Sus restos fueron repatriados por una ley de la Nación”.
“Además, el bisabuelo de Borges, el coronel Manuel Isidoro Suárez fue repatriado desde Uruguay y sus cenizas descansan en una urna de madera en la bóveda de los Borges, que fue construida para esa ocasión e inaugurada en 1879. Borges, presente siempre en los homenajes, avaló esa acción”, completó Vaccaro.
Fuente: Perfil
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