
Pero vayamos por partes. La Universidad de Iowa ha llevado a cabo un estudio con ratas que ha demostrado que la sal tiene un considerable potencial antidepresivo, y que si la eliminamos de la ingesta habitual nuestro espíritu jovial podría verse afectado.
Las ratas a las que se les extrajo la sal de su alimentación demostraron conductas antisociales y abandonaron las actividades que las entretenían. Lógicamente, diagnosticar depresión en una rata es algo prácticamente ridículo, pero lo cierto es que estas ratas permitieron extraer la conclusión de que la sal era la que modificaba sus conductas.
Hablando de seres humanos, esto podría explicar por qué los seres humanos adoramos tanto la sal. La sal podría ser nuestro antidepresivo por excelencia, y por ello las personas tienden a consumir más sal de la cuenta (se recomiendan 4 gramos diarios, pero se consumen normalmente 10 por día). La clave de todo esto, según los investigadores, sería eminentemente evolutiva.
Nuestros organismos evolucionaron en medioambientes salinos (océanos), lo cual volvía al cloruro sódico un elemento clave para la vida. Sin embargo, nuestros ancestros homínidos, al evolucionar en África lejos del océano y con climas calurosos no podían darse el lujo de consumir mucha sal, lo cual explicaría que nuestros riñones sean tan avaros con la sal.
Obviamente, la moraleja del asunto no es “sal para la depresión”, aunque hay que reconocer que sería una moraleja que le serviría a muchos fanáticos de este condimento.
Fuente: Universidad de Iowa
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