Un virus similar al H1N1 actual debió de circular en la población humana a finales de los años cuarenta y principios de los cincuenta, porque muchas personas mayores de 60 años tienen ahora anticuerpos que reaccionan contra el nuevo agente. "Aunque hay otros factores, ésta es la principal razón de que el virus ataque más a los jóvenes: que nacieron demasiado tarde y no tienen los anticuerpos", explica Juan Ortín, virólogo de gripe del Centro Nacional de Biotecnología.
Otros factores que afectan a la virulencia son predisposiciones genéticas, la presencia de otras enfermedades y las características del sistema inmune del paciente. Pero la principal causa de la distribución de edad de las víctimas de este virus -que es la inversa de la que suele mostrar la gripe estacional- es la fecha de nacimiento. Los nacidos después de los primeros años cincuenta no tienen los anticuerpos.
La vacuna inducirá la producción de anticuerpos, que es mucho más rápido de probar. La técnica está bien sustentada por la experiencia, aunque no puede garantizar el éxito al cien por cien. "Pero así", dice el virólogo, "la vacuna podrá llegar a los países del hemisferio norte en el próximo otoño-invierno. Para el hemisferio sur, que está ahora en temporada de gripe, no hay nada. Sencillamente, no da tiempo".
Como otros científicos, Ortín no cree que tenga mucho sentido contar los casos a estas alturas. "La OMS renunció hace tiempo a contar los casos. El objetivo ya no es contabilizar, sino mitigar. Cerrar un colegio no vale de nada. El niño que no se contagie en clase se contagiará al ir a la compra con su padre".
Los cierres pueden tener sentido cuando sólo hay un país infectado y, por tanto, todo el mundo sabe por dónde le puede llegar el contagio. "Pero a estas alturas", recuerda Juan Ortín, "ya nadie sabe de dónde viene el virus. Puede llegar de cualquier parte y, por tanto, no hay forma de poner una barrera eficaz en ninguna parte".
El número de infectados de un país ya no es un criterio que ayude a gestionar ni a planificar nada. De hecho, cifras como los 100.000 casos que ha declarado el Reino Unido no sólo son ficticias, como revela su redondez, sino también irrelevantes. "La proyección es que el virus contagie a una cuarta parte de la población mundial en la primera onda", dice Ortín. "Y al resto de la población en la segunda, redondeando un poco".
Los científicos cuentan con que haya entre 8.000 y 10.000 muertos, pero admiten que esta cifra es muy difícil de predecir. La cinética de propagación es suave hasta ahora. Si se intensificara, habría más muertos como mera consecuencia del mayor número total de casos. "Si se multiplica por 10 la propagación, también lo hará la cifra de víctimas", resume Ortín. También existe la posibilidad de que cambien los cuadros clínicos, como ya han señalado tanto la OMS como la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.
Las proyecciones de mortalidad son muy complicadas. La razón vuelve a ser que es imposible conocer el número total de infectados por una gripe y, por tanto, falta el denominador en el cálculo. De hecho, la mortalidad por gripe estacional no se puede medir directamente, puesto que también en este caso falta el denominador: es imposible saber cuántos infectados por gripe convencional hay en la población cualquier invierno.
"La mortalidad de la gripe estacional se deduce a partir del exceso de mortalidad general que siempre ocurre en la temporada de gripe", explica Ortín. "La experiencia suele permitir que esto produzca una estimación aceptable con las gripes estacionales, pero la extrapolación de esas estadísticas al H1N1 no está garantizada". De modo que podría haber entre 8.000 y 10.000 muertos, pero la estimación es muy insegura.
Fuente: Diario El País
Otros factores que afectan a la virulencia son predisposiciones genéticas, la presencia de otras enfermedades y las características del sistema inmune del paciente. Pero la principal causa de la distribución de edad de las víctimas de este virus -que es la inversa de la que suele mostrar la gripe estacional- es la fecha de nacimiento. Los nacidos después de los primeros años cincuenta no tienen los anticuerpos.
La vacuna inducirá la producción de anticuerpos, que es mucho más rápido de probar. La técnica está bien sustentada por la experiencia, aunque no puede garantizar el éxito al cien por cien. "Pero así", dice el virólogo, "la vacuna podrá llegar a los países del hemisferio norte en el próximo otoño-invierno. Para el hemisferio sur, que está ahora en temporada de gripe, no hay nada. Sencillamente, no da tiempo".
Como otros científicos, Ortín no cree que tenga mucho sentido contar los casos a estas alturas. "La OMS renunció hace tiempo a contar los casos. El objetivo ya no es contabilizar, sino mitigar. Cerrar un colegio no vale de nada. El niño que no se contagie en clase se contagiará al ir a la compra con su padre".
Los cierres pueden tener sentido cuando sólo hay un país infectado y, por tanto, todo el mundo sabe por dónde le puede llegar el contagio. "Pero a estas alturas", recuerda Juan Ortín, "ya nadie sabe de dónde viene el virus. Puede llegar de cualquier parte y, por tanto, no hay forma de poner una barrera eficaz en ninguna parte".
El número de infectados de un país ya no es un criterio que ayude a gestionar ni a planificar nada. De hecho, cifras como los 100.000 casos que ha declarado el Reino Unido no sólo son ficticias, como revela su redondez, sino también irrelevantes. "La proyección es que el virus contagie a una cuarta parte de la población mundial en la primera onda", dice Ortín. "Y al resto de la población en la segunda, redondeando un poco".
Los científicos cuentan con que haya entre 8.000 y 10.000 muertos, pero admiten que esta cifra es muy difícil de predecir. La cinética de propagación es suave hasta ahora. Si se intensificara, habría más muertos como mera consecuencia del mayor número total de casos. "Si se multiplica por 10 la propagación, también lo hará la cifra de víctimas", resume Ortín. También existe la posibilidad de que cambien los cuadros clínicos, como ya han señalado tanto la OMS como la ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.
Las proyecciones de mortalidad son muy complicadas. La razón vuelve a ser que es imposible conocer el número total de infectados por una gripe y, por tanto, falta el denominador en el cálculo. De hecho, la mortalidad por gripe estacional no se puede medir directamente, puesto que también en este caso falta el denominador: es imposible saber cuántos infectados por gripe convencional hay en la población cualquier invierno.
"La mortalidad de la gripe estacional se deduce a partir del exceso de mortalidad general que siempre ocurre en la temporada de gripe", explica Ortín. "La experiencia suele permitir que esto produzca una estimación aceptable con las gripes estacionales, pero la extrapolación de esas estadísticas al H1N1 no está garantizada". De modo que podría haber entre 8.000 y 10.000 muertos, pero la estimación es muy insegura.
Fuente: Diario El País
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