Estudiar obsesivamente puede tener consecuencias negativas. La autoexigencia y los miedos de la sociedad actual, un cóctel peligroso.
Ocho horas diarias de clases en la facultad, más cuatro de estudio, y ocho más de trabajo en dos empresas diferentes, le dejaban a Federico un mínimo margen de tiempo para descansar por día. Todo esto sumado a la presión por haber obtenido una beca de estudio y otra de alojamiento que lo obligaba a mantener un alto promedio generaron en él un cóctel peligroso para su salud mental que terminó diagnosticado como surmenage, un colapso intelectual.
Hoy conocido como "Síndrome de la fatiga crónica", cuadro semejante al famoso burnout, este mal se produce en aquellos que, dominados por una sobrecarga de exigencia laborales e intelectuales, alcanzan un estado de extenuación emocional. En general, las personas que terminan con un cuadro de este tipo están sometidas a problemas emocionales y se sienten obligados a no fallar.
“El surmenage es una forma antigua de llamar a los cuadros de estrés. Son en general crónicos y producen extenuación emocional, un desasosiego de la meta que se ha fijado y una baja de rendimiento”, explica la psiquiatra Elsa Wolfberg, de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“Se da por sobrecarga, por querer absorber en poco tiempo más de lo que es posible en lugar de graduar y asimilar paulatinamente un cúmulo de conocimiento”, agrega la especialista. Aclara que no todo aquel que se someta a un tiempo extenso de estudio es susceptible de sufrir las consecuencias del surmenage.
Otro factor que en muchas ocasiones resulta central para el desarrollo de este síndrome es la presión social. “La sociedad empuja a esto”, añade la psiquiatra. El temor a perder el trabajo, la competencia, la necesidad de poder alcanzar un futuro laboral próspero puede producir situaciones de este tipo. “El dopaje es la demostración de que hay una exigencia que va por arriba de lo que el sujeto puede rendir”, ejemplifica Wolfberg al hacer referencia a los medicamentos que los jóvenes suelen tomar a la hora de estudiar – por ejemplo, exceso de aspirinas-.
Consecuencias. Federico vivía a base de mate, la ansiedad no le permitía comer y terminó con cosquilleos en brazos y piernas, fuertes dolores de cabeza y dolencias musculares. En ocasiones también padeció alucinaciones.
“El correlato del surmenage es la fatiga, la contractura, el dolor de cabeza y la taquicardia”, comenta Wolfberg. Además, “por la extenuación emocional termina habiendo una defensa espontánea que consiste en querer alejarse y, por lo tanto, la baja del rendimiento y la insatisfacción”. Así, la sobre exigencia termina siendo en vano.
Cómo evadir el surmenage. Para evitar llegar a una situación límite de estrés es necesario tomar conciencia de los riesgos que se corren y poder dar cuenta del nivel de sobrecarga al que la persona se somete una persona. “Regular la cuota de trabajo intelectual, graduarla, repartirla de una manera razonable. Revisar los ideales, que no sean muy tiránicos, y buscar momentos para despejarse”, son algunos de los consejos que ofrece Wolfberg. Además, es importante dedicar tiempo en medio del estudio para tomarse un recreo, distenderse y pensar en otra cosa.
Es fundamental también estar alerta y mantener el contacto con el propio cuerpo. “Generalmente uno esta tan absorbido por la meta que no advierte que va teniendo repercusión en el organismo por el exceso de actividad intelectual”, asegura la psiquiatra. La actividad física es siempre una buena opción para despejar la mente.
Fuente: Perfil