Muchas veces identificamos a la gente con una fragancia de perfume o con un desodorante particular. Productos como los cosméticos o el shampoo también ayudan a ello, reconociendo de quién se trata apenas olemos su aroma. Sin embargo, al margen de los productos que utilicemos nosotros tenemos un olor propio emanado de nuestro organismo, el cual nos define.
El aroma de nuestro cuerpo está genéticamente determinado por un grupo de genes localizados en una región genómica llamada Complejo Mayor de Histocompatibilidad, que juega un importante rol en el sistema inmunitario y que está presente en la mayoría de los vertebrados.
El aroma característico es una rasgo típico de los mamíferos, y éste se transmite a través de sustancias como el sudor o la orina, e investigadores del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia han descubierto que este aroma siempre posee las mismas características independientemente de los cambios que nuestro cuerpo experimente, tales como los cambios en nuestra dieta, por ejemplo.
Experimentando con ratones, los científicos entrenaron a los roedores para que identificaran a sus pares a través del olor. Aplicándoles cambios dietarios los investigadores lograron comprobar que al margen de ellos los sensores olfativos de los ratones no se veían confundidos a la hora de reconocer a otros individuos de su especie, ya que su olor continuaba siendo el mismo.
Nuestro aroma es como nuestras huellas dactilares, e independientemente de lo que hagamos éste continuará siendo el mismo sin modificarse. Conociendo esto podrían desarrollarse numerosos dispositivos enfocados al reconocimiento individual a través del aroma personal, un rasgo que nos caracteriza y nos define como diferentes ante el resto.
El aroma de nuestro cuerpo está genéticamente determinado por un grupo de genes localizados en una región genómica llamada Complejo Mayor de Histocompatibilidad, que juega un importante rol en el sistema inmunitario y que está presente en la mayoría de los vertebrados.
El aroma característico es una rasgo típico de los mamíferos, y éste se transmite a través de sustancias como el sudor o la orina, e investigadores del Monell Chemical Senses Center de Filadelfia han descubierto que este aroma siempre posee las mismas características independientemente de los cambios que nuestro cuerpo experimente, tales como los cambios en nuestra dieta, por ejemplo.
Experimentando con ratones, los científicos entrenaron a los roedores para que identificaran a sus pares a través del olor. Aplicándoles cambios dietarios los investigadores lograron comprobar que al margen de ellos los sensores olfativos de los ratones no se veían confundidos a la hora de reconocer a otros individuos de su especie, ya que su olor continuaba siendo el mismo.
Nuestro aroma es como nuestras huellas dactilares, e independientemente de lo que hagamos éste continuará siendo el mismo sin modificarse. Conociendo esto podrían desarrollarse numerosos dispositivos enfocados al reconocimiento individual a través del aroma personal, un rasgo que nos caracteriza y nos define como diferentes ante el resto.
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